«Hacer ejercicio o comer sano se siente como un esfuerzo titánico. ¿Cómo voy a integrar esto en mi vida diaria?»
Es una pregunta que hemos todos hecho en algún momento, ¿verdad? Un dilema que parece repetirse como un eco en nuestra mente, especialmente cuando las demandas de la vida cotidiana parecen ahogar cualquier intento de cambiar hábitos. A veces, simplemente levantar el teléfono para pedir algo de comida rápida parece una opción mucho más atractiva que preparar una ensalada, y la idea de ir al gimnasio parece tan lejana como subir al Everest.
El gran problema aquí es que nos vemos a nosotros mismos como si fuéramos dos personas diferentes: la que quiere cuidarse y la que está atrapada en una rutina diaria tan llena de responsabilidades que no tiene tiempo para hacer algo tan «abstracto» como cuidar de su salud. Y aquí es donde todo se complica. Porque, si nos somos honestos, el esfuerzo para «hacerlo bien» parece tan enorme que muchas veces preferimos simplemente dejarlo pasar.
Así que, ¿por dónde empezar? Si todo esto parece una montaña imposible de escalar, lo primero que necesitamos es dejar de mirarla como algo titánico. Lo que pasa es que el esfuerzo para hacer ejercicio o comer sano se siente como una tarea monumental porque no hemos encontrado la forma de integrar esos hábitos en nuestra vida cotidiana. La clave no está en encontrar la motivación para hacer ejercicio o comer mejor, sino en cambiar nuestra relación con esas actividades, adaptarlas a nuestro ritmo y hacerlas tan naturales como respirar.
El dilema: ¿cómo encajo todo esto en mi vida?
Si el simple hecho de pensarlo te agota, no te preocupes, no eres el único. Vivimos en una sociedad que valora la productividad, el éxito inmediato y la inmediatez. Nos bombardean con estándares de belleza que no tienen nada que ver con nuestras realidades, y al mismo tiempo, tenemos que lidiar con las presiones del trabajo, la familia y la vida en general. El resultado es que cuidar de uno mismo se convierte en un lujo, algo que se deja para «más tarde». Pero ¿qué pasa cuando no hay un «más tarde»?
La cuestión es que, cuando tratamos de hacer un cambio, nos lanzamos a la tarea de manera completamente radical, queriendo hacer todo a la vez. «Voy a correr todos los días, voy a comer solo ensaladas, voy a dejar la comida procesada…». Y sí, suena maravilloso, pero rara vez funciona. El perfeccionismo se convierte en nuestro peor enemigo. Después de unos días, estamos agotados, no vemos resultados inmediatos y, lo peor, nos sentimos culpables por no haberlo hecho «bien». Esta mentalidad de todo o nada nos paraliza, y, al final, caemos en la trampa de dejarlo.
La solución está en lo pequeño: crear rituales sencillos
¿Sabías que los grandes cambios no ocurren de la noche a la mañana? Muchas veces, la mejor manera de lograr algo significativo es comenzar con pasos pequeños, casi invisibles. Imagina que cada acción positiva que tomas, por pequeña que sea, es como poner una ficha en un dominó. La primera no va a hacer que el sistema caiga de inmediato, pero cada acción después de la anterior te acerca un paso más a lo que deseas.
Por ejemplo, si estás tratando de comer más saludablemente, en lugar de lanzarte a una dieta estricta que probablemente abandonarás, prueba agregar una fruta o verdura extra a tu comida diaria. Una manzana en lugar de una galleta o un puñado de espinacas en tu sándwich. No es todo lo que quieres, pero es un cambio que es tan pequeño que tu cerebro no lo va a ver como una amenaza. Lo mismo pasa con el ejercicio: en lugar de pensar en ir al gimnasio cinco días a la semana, comienza caminando 10 minutos al día. Solo 10 minutos. Tal vez no sea un maratón, pero es el primer paso.
El arte de la consistencia, no la perfección
Uno de los mayores errores que cometemos es buscar la perfección. Si no vamos al gimnasio cinco veces a la semana o no comemos estrictamente saludable, sentimos que hemos fracasado. Pero, ¿qué pasa si te digo que la verdadera clave no está en ser perfecto, sino en ser consistente? Un 80% de adherencia a tus hábitos saludables durante un mes es mucho más efectivo que un 100% en una semana. La clave es entender que el éxito no se mide por lo que haces en un solo día, sino por lo que haces a lo largo de las semanas, meses y años. Y ese éxito se construye de manera constante, día tras día.
El desafío del tiempo
Uno de los puntos más difíciles de integrar hábitos saludables es el factor tiempo. Las agendas se llenan, los compromisos surgen, y antes de que te des cuenta, el día ya ha terminado. Pero la buena noticia es que incluso en una agenda apretada puedes encontrar oportunidades para moverte o comer mejor. Se trata de encontrar esos huecos en los que puedes encajar algo de ejercicio o una comida saludable, sin que te sientas abrumado.
Por ejemplo, ¿qué tal si te despiertas 15 minutos antes de lo habitual para hacer una rutina rápida de estiramientos o yoga? O si preparas tu comida saludable la noche anterior, para que cuando llegue la hora del almuerzo solo tengas que calentarlo. Estos pequeños ajustes no requieren cambios radicales, solo un poco de planificación.
Empezar por lo que disfrutas
El ejercicio y la alimentación saludable no tienen que ser una carga. La clave está en encontrar lo que realmente disfrutas. Tal vez no te entusiasma correr, pero sí te gusta bailar. O tal vez no eres fan de las ensaladas, pero disfrutas de una buena sopa casera. Si te concentras en lo que realmente te gusta, tanto el ejercicio como la comida sana pueden convertirse en algo que esperes con ansias. No tienes que amar todos los tipos de ejercicio o todas las verduras, pero si encuentras tu propia mezcla de actividades y alimentos que disfrutas, el esfuerzo dejará de sentirse titánico.
No estás solo en esto
Es fácil sentir que estamos luchando una batalla solitaria cuando se trata de mejorar nuestra salud. Pero, de hecho, todos estamos luchando la misma batalla. El hecho de que te sientas agotado, frustrado o perdido a veces no significa que hayas fracasado. Significa que eres humano. Aceptar que el viaje es largo y lleno de altibajos te da la libertad de ser más amable contigo mismo y menos exigente.
Así que, la próxima vez que te encuentres pensando «¿Cómo voy a hacer todo esto?», recuerda que no se trata de hacerlo todo de una vez. Se trata de encontrar maneras sencillas, pequeñas y consistentes de integrar estos hábitos en tu vida. No es cuestión de hacer un esfuerzo titánico, sino de hacer pequeños esfuerzos que, con el tiempo, se acumulan y te llevan a un lugar mejor.
Y quizás, solo quizás, el primer paso sea dejar de presionarte tanto y permitirte disfrutar del proceso, por muy imperfecto que sea.