«Parece que todas las demás lo hacen tan fácil. ¿Por qué yo no puedo hacerlo bien?»
¿Te ha pasado alguna vez? Estás viendo a los demás avanzar con una facilidad que te deja sin palabras. Todos parecen tenerlo claro: ya sea en su carrera, en sus proyectos personales, en su vida social. Y mientras tanto, tú te preguntas, ¿qué estoy haciendo mal? ¿Por qué a mí me cuesta tanto? Si ellos pueden hacerlo, ¿por qué no soy capaz de hacerlo bien?
Es como estar en una maratón, pero mientras tú vas dando cada paso con esfuerzo y sudor, los demás parecen estar corriendo a una velocidad de vértigo, sin siquiera romper a sudar. Esa sensación de que «todos lo hacen tan fácil» puede ser desgarradora. Y, claro, la pregunta inevitable surge: ¿Soy yo el que está haciendo todo mal?
La ilusión de la perfección ajena
En un mundo saturado de redes sociales, donde cada momento se captura y se comparte al instante, es fácil caer en la trampa de pensar que las vidas de los demás son perfectas. Esa foto de un café en un lugar maravilloso, esa cita en un restaurante de lujo, esa historia que muestra un logro aparentemente sin esfuerzo… Todo se ve tan sencillo, tan perfecto. Y tú, en tu propio proceso, te sientes como si estuvieras luchando constantemente por mantener la cabeza fuera del agua.
Pero lo que no vemos, lo que rara vez se comparte, son las luchas internas, los momentos de duda, los errores y, sobre todo, el tiempo y el esfuerzo detrás de cada «éxito» visible. Nadie muestra las caídas, las tardes de cansancio o la frustración de no saber qué hacer el día siguiente. Lo que ves en las redes sociales es solo la punta del iceberg. ¿Y tú? Tú estás mirando ese iceberg pensando que debería flotar sobre el agua con facilidad, sin saber todo lo que hay bajo la superficie.
La comparación: un juego en el que siempre pierdes
Es difícil no compararte. Es humano. Todos lo hacemos. Pero compararte con los demás es, en muchos sentidos, una receta segura para la frustración. ¿Te has detenido a pensar que esa persona que parece tenerlo todo resuelto también ha tenido sus propias dificultades? Tal vez esas dificultades ni siquiera se muestran, porque, claro, el mundo no ve el esfuerzo diario que lleva mantener esa apariencia de éxito.
Piénsalo un momento: ¿alguna vez has visto a alguien publicando una foto después de haber tenido un mal día, o compartiendo una historia sobre su fracaso más reciente? No es común, ¿verdad? Sin embargo, eso es precisamente lo que hace que la comparación sea injusta. Nadie está viendo el esfuerzo invisible que haces todos los días. Nadie está viendo los días grises en los que te despiertas y dudas de ti mismo.
¿Por qué me cuesta tanto?
Quizás te preguntas, ¿por qué a mí me cuesta tanto? ¿Por qué, a pesar de que estoy trabajando tan duro, no veo resultados inmediatos? La respuesta es simple: la vida no es un sprint, es una maratón. Y cada maratón tiene su propio ritmo. No todos corren a la misma velocidad, ni en la misma dirección. Algunos tienen una ventaja inicial, otros enfrentan obstáculos más grandes, pero todos están en el mismo camino de crecimiento. El truco está en no rendirse.
Es fácil caer en la trampa de pensar que si no ves resultados rápidos, es porque no estás haciendo las cosas bien. Pero, la verdad es que, aunque sigas los pasos correctos, los resultados pueden tardar. La paciencia es clave. Hay quienes han invertido años en algo antes de ver un solo cambio significativo. Y cuando finalmente lo ven, puede parecer que todo sucedió de repente. Pero no fue de repente. Fue todo el trabajo invisible lo que les llevó a ese momento.
El perfeccionismo: un enemigo disfrazado
A veces, el verdadero problema es que queremos hacerlo todo a la perfección. Si no lo hacemos bien, sentimos que hemos fracasado. Pero, ¿qué pasa si el «hacerlo bien» no significa hacerlo perfecto? ¿Qué pasa si el éxito no está en evitar errores, sino en aprender de ellos? El perfeccionismo, aunque parece un aliado al principio, en realidad es uno de los mayores enemigos del progreso. Nos paraliza, nos impide probar nuevas cosas, tomar riesgos, equivocarnos.
Cada error es solo una lección disfrazada. ¿Y si dejas de temerle al error? ¿Y si lo ves como una oportunidad para crecer?
Cambiando la perspectiva
¿Alguna vez has pensado que tal vez, al igual que los demás, tú también estás haciendo todo lo correcto, solo que de una forma diferente? Todos tenemos diferentes formas de aprender, de avanzar, de crecer. Algunos avanzan a grandes zancadas, mientras otros lo hacen en pasos pequeños pero firmes. Y ambos caminos son igualmente válidos.
Si todos fueran como esa persona que parece tenerlo todo tan claro, el mundo sería un lugar bastante aburrido, ¿no? La diversidad en las maneras de hacer las cosas es lo que lo hace interesante. Lo que estás viviendo es parte de tu proceso, y solo tú tienes la clave para descifrarlo. ¿Qué pasaría si, en lugar de compararte, te concentraras en ti mismo? ¿Qué pasaría si empezarás a ver todo lo que ya has logrado, todo el camino que has recorrido, aunque no sea visible para los demás?
El éxito no es un destino, es un viaje
No te preocupes tanto por el resultado final. En lugar de obsesionarte con lo que otros están logrando, céntrate en el viaje. Cada paso, aunque pequeño, es un paso hacia adelante. Nadie, absolutamente nadie, llega al éxito de forma lineal. Los altibajos son parte del proceso. Y esa es la belleza del viaje: no se trata de lo que logras al final, sino de todo lo que aprendes a lo largo del camino. Si te enfocas en aprender y crecer, sin importar cuán lento vaya tu progreso, te sorprenderás de lo lejos que llegarás.
Hazlo a tu manera
Al final, la única forma de hacerlo bien es hacerlo a tu manera. Hay muchas formas de lograr el éxito, y todas son válidas. Lo que importa es que sigas tu propio camino, con sus propios errores, victorias y lecciones. No te desesperes por alcanzar la cima más rápido. En cambio, disfruta de cada paso del camino, y recuerda que cada tropiezo es simplemente una lección que te prepara para el siguiente nivel.
La pregunta no es por qué no puedes hacerlo bien, sino cómo puedes redefinir lo que significa «hacerlo bien» para ti. Quizás no lo estás haciendo de la misma manera que los demás, pero eso no significa que estés haciendo algo mal. Significa que estás siguiendo tu propio ritmo, y ese es el único que realmente importa.
Entonces, ¿por qué no puedes hacerlo bien? La respuesta es simple: porque estás aprendiendo, creciendo y, sobre todo, avanzando.