«Tal vez no soy lo suficientemente bueno/a para ser amado/a. Si me dejaron, ¿es porque no soy digno/a de amor?»
Esto se siente como un eco interminable, ¿no es así? Una pregunta que golpea en los momentos de silencio, cuando la mente debería descansar pero en lugar de eso construye muros de dudas. ¿Es realmente mi culpa? ¿Hay algo roto en mí que los demás pueden ver y que yo no?
Si estas palabras te resuenan, no estás solo/a. El peso de preguntarte si algo intrínseco a tu ser es la razón de tu dolor es una carga que demasiados llevamos, en secreto, con una sonrisa de “todo está bien” pintada en el rostro. Pero, ¿es realmente así? Quizás, como muchos, también estás buscando respuestas en un mar de incertidumbre, tratando de entender por qué las cosas no salen como esperabas.
Cuando la duda se convierte en un compañero constante
Una ruptura, un rechazo, o incluso una decisión que sientes que podía haberse tomado mejor, a menudo abre la puerta a una avalancha de preguntas. Algunas pueden ser racionales: ¿Podría haber hecho algo distinto? Pero otras son más difíciles de manejar: ¿Por qué no fui suficiente?
Es natural querer respuestas concretas cuando algo nos duele. Queremos señalar un momento exacto, una acción o incluso una palabra que explique el “por qué” de las cosas. Pero el amor, y la vida misma, no siempre siguen una lógica sencilla. ¿Cómo podrías reducir algo tan complejo como una relación o una decisión importante a una simple causa y efecto?
A veces, la duda no se trata de encontrar respuestas reales; se trata de lo que decimos sobre nosotros mismos cuando no las encontramos. Nos contamos historias. Historias como: “No soy suficiente” o “No valgo la pena”.
Las historias que te cuentas
Pausa un momento y reflexiona: ¿qué narrativa estás construyendo sobre ti mismo/a? Puede ser sutil, como un susurro al fondo de tu mente, o tan claro como un grito interno. ¿Es la historia de alguien que siempre está fallando, que no es lo suficientemente bueno/a? O quizás, peor aún, ¿es la historia de alguien que cree que ni siquiera merece intentar cambiar esa narrativa?
Las historias tienen poder, especialmente cuando las repetimos una y otra vez. Se convierten en creencias. Y esas creencias, con el tiempo, moldean nuestras decisiones, nuestros miedos y nuestra forma de relacionarnos con los demás. Es un círculo vicioso: dudas de tu valor, tomas decisiones basadas en ese miedo y luego interpretas los resultados como confirmación de tus peores temores.
Pero, ¿qué pas ía si te dieras permiso para cuestionar esas historias? ¿Y si en lugar de “No soy suficiente”, te dijeras: “Estoy aprendiendo y creciendo”? Porque, sí, lo estás.
El valor intrínseco no se negocia
Hablemos claro: tu valor no está en discusión. No depende de una opinión externa, de un éxito puntual o de si alguien decide quedarse o irse. Es inherente, como el hecho de que el sol brilla o el agua fluye.
Pero, ¡qué fácil es olvidar esto cuando todo a tu alrededor parece apuntar lo contrario! La sociedad nos empuja a medir nuestro valor a través de logros, relaciones perfectas y la aprobación constante. Y cuando algo falla, como es natural que ocurra, nos sentimos perdidos.
Piensa en esto: incluso las flores más hermosas tienen momentos en los que sus pétalos caen. Pero eso no significa que no sean dignas de florecer de nuevo. No somos diferentes. Los momentos de caída, de incertidumbre, no son una sentencia; son una parte inevitable del crecimiento.
Tomar decisiones desde un lugar de claridad
Ahora bien, ¿qué pasa con esas decisiones que parecen imposibles de tomar? Las que te hacen dudar incluso más de ti mismo/a. Como si cada camino estuviera lleno de trampas y elegir uno solo pudiera significar equivocarte.
La verdad es que no siempre sabrás si una decisión es la “correcta” en el momento. Pero eso no significa que no debas tomarla. La vida no se trata de evitar errores; se trata de aprender a navegar a través de ellos.
Cuando te encuentres atrapado/a en la indecisión, vuelve a lo esencial: ¿Qué es lo que realmente importa para ti? No lo que otros esperan, no lo que parece más fácil o seguro. ¿Qué camino alinea mejor con tus valores, con tu corazón? No siempre habrá garantías, pero hay poder en decidir desde un lugar de autenticidad.
La esperanza como ancla
Puede que ahora mismo todo parezca un poco oscuro. Tal vez te sientes como si estuvieras en un pozo profundo, mirando hacia arriba sin saber cómo salir. Pero, ¿puedes imaginar un rayo de luz en esa oscuridad? Quizá sea solo una chispa, algo diminuto. Una idea: “Esto no es el final”.
La esperanza, incluso en su forma más pequeña, tiene una forma curiosa de abrir caminos que no sabías que existían. No necesitas resolverlo todo hoy. No necesitas tener todas las respuestas. Pero puedes dar un pequeño paso. Uno solo. Tal vez sea reconocer que no estás solo/a. Tal vez sea hablar con alguien. O quizá simplemente elegir ser amable contigo mismo/a por un día.
La verdad es que, aunque las dudas puedan gritar, no son la voz definitiva. Hay una parte de ti, quizá olvidada, que sabe que mereces amor y que está trabajando para recordártelo. Permítete escucharla, aunque sea por un momento. Y cuando lo hagas, podría sorprenderte lo mucho que puede cambiar.