Alicia, con su tienda escondida en las calles serpenteantes de Plasencia, no es sólo una tarotista; es una narradora de destinos, una tejedora de sueños y secretos. Quienes han cruzado el umbral de su espacio místico, decorado con cortinas de terciopelo y velas titilantes, hablan de una experiencia transformadora. Las cartas de Alicia no solo predicen; ellas revelan.
Cuando Alicia extiende sus cartas sobre la mesa, el mundo exterior se desvanece. La luz se suaviza, los sonidos se apagan y sólo queda el susurro del tarot. Sus dedos, ágiles y seguros, danzan sobre las imágenes cargadas de simbolismo: La Emperatriz, El Colgado, La Estrella. Cada carta es un universo, y Alicia es su guía.
La maestría de Alicia en el tarot no es casualidad. Su abuela, también tarotista, le enseñó que cada carta es un espejo del alma. En su juventud, Alicia viajó desde las tierras áridas de Cáceres hasta las vibrantes plazas de Sevilla, aprendiendo de los ancianos, los sabios y los olvidados. Regresó a Plasencia no solo con conocimientos, sino con una misión: ayudar a otros a encontrar su camino.
Sus lecturas son profundas y precisas, no porque prediga un futuro inmutable, sino porque ilumina los rincones oscuros de nuestras decisiones y deseos. Un empresario local, escéptico al principio, buscó su consejo sólo para salir con una nueva visión para su negocio. Una joven, perdida en el dolor de un amor desvanecido, encontró consuelo y un nuevo comienzo a través de las cartas que Alicia dispuso ante ella.
Pero, ¿qué hace a Alicia diferente? Quizás sea su capacidad de escuchar, realmente escuchar, o tal vez sea su entendimiento innato de que cada ser humano lleva un universo oculto dentro de sí. Alicia ve más allá de lo que mostramos al mundo; ella ve lo que podríamos ser, lo que tememos ser.
Las sesiones con Alicia no terminan cuando las cartas vuelven a la caja. Su impacto se despliega con el tiempo, como una flor nocturna que se abre en la oscuridad. Los que han sido tocados por su sabiduría encuentran que el eco de su lectura resuena en días, meses, incluso años después.
En una época donde la incertidumbre parece ser la única constante, Alicia ofrece un faro en Plasencia. No es sólo una tarotista; es una guía espiritual cuya herramienta es el tarot, pero cuyo regalo es la claridad. En un mundo ruidoso y caótico, las cartas de Alicia ofrecen un momento de paz y comprensión. No es magia lo que hace Alicia—o quizás sí lo es—es magia del alma, la más rara y hermosa de todas.
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